En la hacienda Milano Salvatore.
En la habitación de Lucia.
Lucia había dejado de llorar y se terminó de vestir para salir de la habitación.
Ysabelle se acercó a ella.
—Lucia, amiga, ¿cómo estás?
Lucia sonrió.
—Bien.
—¿Quieres desayunar? —le preguntó Ysabelle.
—No, no tengo mucha hambre —contestó seria.
—Lucia, estás bien, es que te noto rara —dijo Ysabelle, preocupada.
—Estoy un poco decepcionada, nada más —confesó con una leve sonrisa.
—¿Y eso?, ¿qué te pasó? —le preguntó alarmada.
—No quiero hablar de eso, ¿sabes?, quiero que me acompañes para la tumba de Guillermo —le pidió Lucia mirándola.
Ysabelle estaba asombrada.
—¿Estás segura?
—Sí, pronto será su cumpleaños.
Ysabelle recordó.
—Sí, es el próximo mes.
—Sí, el cinco de julio.
—Está bien, le compraremos sus flores favoritas —afirmó Ysabelle sonriéndole.
Lucia estaba feliz.
—Gracias.
—Ya listo, ¿qué más quieres hacer? —le preguntó su amiga.
—Quiero que vamos solas, solo tú y yo para la playa —respondió Lucia mirándola seriamente.