Al día siguiente me cité para desayunar con la teniente Rebeca Harrison en una cafetería cerca a la comandancia. Me preocupaba, y mucho, que la policía continuara persiguiendo a la fiera que asolaba a la ciudad, o sea a Waldo. en realidad el caso de la bestia que aterraba a los vecinos no estaba resuelto. Pedimos panes, tamales y café. Todo estuvo delicioso.
-¿Qué va a pasar con la fiera?-, le pregunté, entonces, intrigada.
-No tenemos pistas, el capitán Trevor ha aceptado la tesis de que es una secta sangrienta, ávida de sangre-, apretó sus labios, Rebeca.
-Todas las personas que han muerto son criminales, ladrones, homicidas-, le recordé. -Para mí que un tipo que se cree el ángel vengador-, le remarqué.
-No todos son delincuentes, Radu Mocano era un cazador aficionado, dedicado a matar licántropos-, pasó al ataque la teniente.
-Pero él era también una amenaza para la ciudad, estaba armado, era peligroso y tenías balas de plata-, le recalqué. Rebeca tenía otro punto