Me encontraba confundida, atónita y sin respuestas. Waldo no podía ser la bestia que asolaba la ciudad y Garret tenía coartadas precisas en torno a los incidentes ocurridos esos días, de cadáveres encontrados hechos jirones y muertos en forma horripilante, mutilados y comiéndose sus tripas. Entonces, ¿Quién podrá ser la bestia? Ahora dudaba yo de todo el mundo, incluso de Hill, pero mi jefe siempre estaba metido en el diario, vivía prácticamente en su oficina y era el más afanoso en descubrir la identidad de la fiera que tenía aterrorizados a los vecinos.
Y fue que mientras trataba de dormir, pensé de repente en alguien que no estaba en los cálculos de nadie: yo.
Me alcé asustada, empalidecida, lívida, con mis ojos desorbitados, sudando frío, aturdida y confundida. -¿Soy una mujer lobo?-, empecé a tragar saliva desconcertada. Recordé de inmediato en lo que había hecho o dónde me encontraba las veces que ocurrieron esos asesinatos y descubrí que sucedieron siempre cuando yo e