Le supliqué a Alessia se quedara con la bala de plata y no se la mostrara a nadie, ni siquiera a Hill. -Guárdala en un lugar muy seguro, si la policía descubre lo que has hecho, te meterán en la cárcel acusada de llevarte evidencia valiosa-, le dije para asustarla, aunque eso era cierto. Alessia me prometió que la tendría como un tesoro, muy escondido en un cofrecito su casa. Para ella, esa bala de plata era un souvenir de incalculable labor. -Ya tengo algo que mostrarle a mis hijitos-, no dejaba mi amiga de reír alborozada.
Después que terminé de escribir, hacer leyendas para las fotografías, subir los videos relatando los hechos del horrendo crimen y escribir y escribir para la edición impresa, ya cerca de las once noche, pude revisar el internet. Alessia ya se había ido, también Hill y solo quedaba Waldo escribiendo de un partido de fútbol que recién había culminado, además del diagramador. Mi enamorado me iba a llevar a casa apenas terminara su informe y por eso aproveché