Capítulo 44

No sé por qué pero empecé a pensar que la doctora Evans sospechaba de que yo era una mujer lobo. Me miraba con atención, fisgoneaba mis ojos, reía de mi sonrisa tímida y dubitativa y tamborileaba su pupitre con el lapicero que sujetaba en las manos. esa mujer era bastante persuasiva, en realidad. De pronto yo me sentía arrinconada contra la pared.

-¿Una mujer lobo es noble, sencilla, romántica, tonta, quizás?-, quise describirme sin que la doctora Evans se diera cuenta de que hablaba de yo misma. Ella, sin embargo, como les digo, no dejaba de auscultarme con atención tal igual examinaba a las mascotas pacientes que llegaban a su consultorio.

-No, no, no, al contrario, una mujer lobo es astuta e ingeniosa, valiente en extremo, audaz, intrépida, arriesgada, no teme jamás enfrentar al peligro-, me precisó convencida.

Quedé boquiabierta. Recordé que yo ya había enfrentando a un hombre armado con un cuchillo gigantesco y reaccioné con valentía, defendiéndome, haciendo caer a mi
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