Hill me mandó a cubrir la información de un asalto en progreso en una joyería en el centro de la ciudad. Cuatro hombres armados intentaron robar la tienda pero fueron sorprendidos por la policía y se desató el tiroteo. -Los facinerosos tienen rehenes, Lucescu-, estaba demasiado eufórico mi jefe. Gritaba como un demonio.
Fui con Perkins en la unidad móvil del diario. Me puse mi casco, la máscara facial, mi chaleco antibalas, guantes y botas. Yo parecía una soldada en la guerra de medio oriente. A mi reportero gráfico le dio mucha risa. -Los ladrones te confundirán con los policías-, reía. A mí no me hacía mucha gracia porque, en efecto, podían dispararme esos hombres.
La situación era tensa frente a la joyería. La policía había acordonado la zona y mantenían vigilada la tienda. En el lugar encontré a Elías Garret de "La Tertulia". Para variar, se había metido de nuevo en líos, pegándole a un sujeto que lo había demandado y quería que lo metieran en la cárcel. -Tienes que cambi