Esa tarde, la teniente Rebeca Harrison se presentó en mi casa con una amplia sonrisa dibujada en los labios, la miradita iluminada y la cara pintada de fiesta. -Qué sorpresa, teniente-, me sorprendí. No esperaba su visita.
-En el diario me dijeron que estabas de descanso-, me dijo ella sin soltar la risita traviesa. La invité a pasar y le ofrecí té filtrante y galletas. -¿Es una visita oficial?-, estaba yo intrigada por su repentina aparición.
-No, no, no, solo quería visitarte je je je-, echó a reír ella tratando de mostrarse distendida.
Hablamos de muchas cosas. Me confesó que estaba enamorada del capitán Trevor, que aspiraba convertirse en capitana, que luego pensaría en el matrimonio y tener hijos, también me contó que entró a la policía siguiendo los pasos de su padre y que le gustaban las telenovelas turcas.
Yo sabía que aquella no era una visita amical. Fui de frente al grano. -¿Encontraron a la bestia?-, junté los dientes mirándola fijamente.
Rebeca son