Mientras Clara disfrutaba de su momento de gloria, Isabella trabajaba arduamente en un mundo completamente diferente. En la casa de los Mendoza, el ambiente era de concentración y creatividad. Isabella estaba terminando los últimos detalles de los diseños para el nuevo proyecto de la familia: un espacio que debía ser acogedor, pero al mismo tiempo reflejar lujo y exclusividad.
Desde que había asumido el rol de diseñadora principal, Isabella se había ganado el respeto de todos los trabajadores involucrados en el proyecto. Su dedicación y atención al detalle eran innegables, y no había rincón que no estuviera cuidadosamente pensado. Cada mueble, cada textura, cada color tenía un propósito, y el resultado era simplemente impresionante.
Esa tarde, Isabella estaba supervisando los avances en la construcción del interior del edificio. El lugar estaba lleno de actividad: carpinteros, pintores, y decoradores trabajaban bajo su dirección, siguiendo al pie de la letra sus indicaciones.
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