Lentamente, Hans se acercó a la persona, pero los reflejos del lobo eran más ágiles que el ataque de la persona que se atrevía a intentar herirlo. Aquel acto de valentía por parte del humano logró cortar un poco del cabello largo del lobo.—¿Quién eres?... No te acerques, juro que te mataré —dijo el humano, manteniéndose en posición de ataque. Para Hans, ver por primera vez a alguien que era simplemente humano cortarle un mechón de cabello lo asombraba.—Estás herida... Por tu tono de voz, asumo que eres una mujer. Déjate ver, así conoceré a la persona que me ha cortado el cabello y se ha acercado a mí —dijo Hans.A pesar de sentir un poco de dolor, la persona decidió salir lentamente de la oscuridad, revelando su verdadera identidad. La luz de la luna se filtraba entre los árboles, iluminando la oscuridad y posándose en el rostro de la joven que aún mantenía una postura de ataque.—¿Cómo te llamas? —preguntó Hans.—¿Eso importa?... Si fuera tú, no estaría tan interesado en saber que
Fang, sin perder tiempo, corrió hacia las escaleras que llevaban a la cima donde se encontraban los centinelas; quería ver por sí mismo de quiénes se trataba.—Señor, no supimos quiénes eran, pero parecían humanos y algunos lobos— Informó uno de los centinelas mientras preparaba su flecha por si acaso.—Eran mi gente, eran los que habían escapado antes de mi partida —interrumpió Casius. Desde su posición, los podía reconocer; además, el viento soplaba a su favor y el distintivo aroma del calafate lo aseguraba.—Abran las puertas, déjenlos entrar. ¡Jordán!— Gritó Fang con voz potente. Un joven lobo se acercó inclinándose, mostrando respeto.—Sí, mi señor— Respondió Jordán.—Asegúrate de que no les falte comida y todo lo necesario para que estén seguros— Ordenó Fang. Casius observaba la amabilidad de esa manada hacia su gente.Las personas que entraban por la enorme puerta del fuerte de los Hunters estaban exhaustas. Algunos presentaban heridas, mientras que otros, que no habían logrado
Era un día inusual para la manada Rair. La lluvia y el viento azotaban de manera infernal los territorios de Sheridan, haciendo imposible que la manada llevara a cabo sus excursiones habituales en el interior del bosque donde habían nacido. Tanto Zander como sus hombres más cercanos se encontraban reunidos en la caverna, pasando horas en discusiones, tomando tragos y jugando, apostando lo que tenían a mano.—Oye, Carri, tráeme una botella... ¡Vamos, apúrate mujer! — Elevó su voz Zadkiel. Él era el único que se atrevía a alzar la voz, estando al lado de su Alpha, su amigo de toda la vida, Zander. Desde pequeños, habían sido criados por el padre de Zander. Específicamente, habían compartido el mismo techo desde que eran bebés.—¡Aquí tienes, chico! — Ella depositó la botella en el centro de la mesa, rodeada incluso por ropa interior de sus amantes. —¡Vamos, bebamos, mis amigos! — Zadkiel agarró una de las botellas que ya estaba abierta; las risas y la celebración seguían palpables, tod
No aceptaba aquella relación, para él, aquella loba no era digna de ser la pareja de su hijo. Y mucho menos una aventura en que su hijo se aventara de lleno, Jair al escuchar el rechazo de él hacia Carri, lo molestaba, era un fastidio para él que su padre decidiera quién debía ser su pareja. Lo cierto es, que la atracción que siente Jair era solo de querer tenerla en su cama, era una obsesión que traía por ella desde el momento en que ella lo salvo de ahogarse en las aguas del infierno.Aún no se le había presentado aquella mujer que lo llevaría a sentir, aquella sensación que tanto su padre le habla, para él no existía aquel amor, destino que según su padre la diosa luna, madre de todos las criaturas cambiantes, era protectora. —No, no la acepto para que la reclames... Ella no es adecuada para ti — Jair seguía escuchando la voz irritante de su padre, arruga sus enormes manos, para reprimir aquel enfado que estaba sintiendo.Arcelia, en cambio, estaba atenta a las advertencias de su
Ella detiene su caminar para girar sobre su talón y observar al joven que estaba alejándose de aquel lugar, para volver a caminar en la dirección en la que se dirigía. Antón y Jair, después de haber controlado que todo estuviera en orden, deciden ir a recorrer el muelle, sonde llegan los barcos que traen a algunos visitantes. —Y bien... ¿Me dirás que fue todo eso allí adentro?— suelta de manera instantánea, mientras que observaba el barco que estaba llegando en el lugar. Antón estaba recostado por la barra de aquel muelle, dando la espalda a al mar. Las palabras de Jair lo dejan asombrado, puesto que había pensado que no se ha dado cuenta de aquel comportamiento repentino de su parte. — ¡No es nada importante!... además tengo cosas en que pensar y resolver— formula Antón. Jair, en cambio, se daba cuenta de lo que realmente intentaba hacer Antón. Lo conocía perfectamente, y podía saber que lo que intentaba hacer no la funcionaria. —Sabes qué rechazarla será un martirio para ella c
Los demás, que eran sus amigos, también la observaban detenidamente. Era como si la estuvieran marcando para luego acecharla y acabar con ella en manada.Esto no le sorprendía, ya que ellos también lo hacían con frecuencia. Cuando sentían que eran agraviados, Zander dirigía a sus hombres para atacar. En una ocasión, Zander empujó al lobo intruso que acababa de llegar a la manada, provocando un alboroto. Lo curioso era que ella, la única ajena a la realidad, no sabía que aquel lobo no era un vecino común; nunca se había preguntado quiénes eran o de dónde venían. Desconocía por completo la vida y el círculo íntimo de Zander.Para ella, su familia era su manada, y su lealtad estaba con ellos, así como la lealtad de Carri estaba con la manada Rair. Cualquier amenaza contra esa manada era considerada un ataque a ella misma y a su familia.Lo más crucial para aquella loba, sin familia ni manada, era la lealtad. Había desarrollado esta mentalidad desde la trágica muerte de toda su familia; d
Su poder le había impedido crecer como un niño lobo normal, con limitaciones extremas, entrenamientos agotadores y encierros que habían moldeado su carácter, volviéndolo incapaz de sentir afecto por nada ni nadie. Ni siquiera consideraba a sus compañeros del grupo como amigos; para él, eran simplemente lobos que le servían. Sin embargo, nadie debía pensar en arrebatarlos. Quizás por eso, a pesar de los intentos de su hermana por acercarse, Casius era incapaz de mostrar aprecio hacia ella.Arabella medía un par de centímetros más que Casius y también era más blanca que él. Siempre vestía como un hombre, usando trajes y jeans ajustados con camisas. Si la vieran de espaldas, podrían pensar que realmente se trataba de un hombre. Incluso en lugares más informales, mantenía un aura de seriedad y formalidad.Su cabello negro era lo único que difería de ese aspecto, llevándolo tan largo que llegaba a la mitad de su espalda, siempre recogido por un lazo más oscuro que el color de la camisa que
Ambos eran fuertes. Zuke intentaba levantarse cuando se percató de que el monstruo se dirigía hacia ella. Aterrada, intentaba huir en busca de refugio, pero su cuerpo no respondía como ella pensaba. Al ver el temor en los ojos de Zuke, Darién se incorporó rápidamente y corrió hacia ella. Antes de que el monstruo pudiera tomarla con sus garras, Darién tomó la mano de Zuke para atraerla hacia él. Zuke sintió como unos brazos gigantes la estiraban de un lado a otro, mareándola aún más. La fiebre que ella tenía le hacía pensar que tal vez todo era producto de su imaginación, pero no era así. Estaba siendo rescatada y protegida por un lobo, uno al cual odiaba tener algo que ver. Darién se preparó para abalanzarse sobre el monstruo y lo empujó con una patada certera. El monstruo salió expulsado hacia atrás y quedó estampado contra un árbol que atravesó su cuerpo. Aunque el impacto fue contundente, el monstruo aún seguía con vida. Darién tomó un tronco lo suficientemente grande para golpea