La gema de obsidiana en las manos de Amunhotep comenzó a parpadear. El cántico de Neferet, respaldado por la concentración de Menna, por la pureza de su intención, estaba contrarrestando la energía oscura. Una luz tenue, dorada, comenzó a emanar de los jeroglíficos bajo sus manos, luchando contra la luz morada de la gema.
Amunhotep sintió el contra-conjuro. Sus ojos se abrieron en una expresión de incredulidad y furia.
—¡Imposible! —rugió Amunhotep, su voz se distorsionó.
El ritual, que Amunhotep intentaba acelerar, comenzó a desestabilizarse. La energía oscura, en lugar de fluir libremente, chocó contra la pureza del contra-conjuro. El zumbido de la gema se volvió errático. Las sombras a su alrededor se agitaron con furia.
El Visir, al ver el efecto, se lanzó sobre el Faraón, que aún luchaba contra el influjo del Corazón de Obsidiana.
—¡La oportunidad! —siseó el Visir—. ¡Ahora o nunca!
Hesy, con una fuerza de voluntad hercúlea, se lanzó sobre el Visir, su espada brilló con una luz de