Capitulo 60

Imhotep miró al Visir, luego a Amunhotep, que se mantenía en la sombra, su rostro inmutable. La desesperación se apoderó de él. Estaba atrapado. Entre la traición del Visir y la furia de su Faraón.

Su rostro se contorsionó en una mueca de agonía. El hombre que había sido el pilar de la fe de Egipto, ahora era un ser quebrado.

—Yo… yo… —balbuceó Imhotep, su voz se quebró. Las lágrimas rodaron por sus mejillas. El Sumo Sacerdote, el intocable, se estaba desmoronando ante los ojos de todos.

—¡Sumo Sacerdote! —siseó el Visir.

Pero Imhotep no lo escuchó. La presa se había roto.

—El Visir… él… él me prometió gloria —balbuceó Imhotep, su voz era un hilo, pero se escuchaba en el silencio tenso del salón—. Me prometió que el ritual… traería un nuevo amanecer para Egipto. Me dijo que el Faraón… era débil. Que necesitaba un guía. Que el Corazón de Obsidiana… nos daría el control. El control sobre el Nilo. Sobre los hombres. Para… para bien. Él… él me engañó.

Un murmullo de shock recorrió la sala
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