Mientras tanto, en Giza, el caos estalló en la prisión del Faraón.
—Menna ha escapado —dijo el Visir—. Y ese carcelero… pagó con su vida su traición. Pero Menna no irá muy lejos. Su rostro es conocido. Su nombre es un eco en toda Giza. Irá al sur. Hacia las provincias. Quizás buscando a sus pocos aliados. O buscando dónde esconderse. Enviad a los hombres más rápidos. Las barcazas más veloces. Khufu, Ptah, quiero que dirijáis la búsqueda.
Khufu asintió, una sonrisa cruel asomando en sus labios. —Será nuestro, mi señor. No hay lugar en Egipto donde el Visir no pueda encontrar a sus enemigos.
—Y traedme también al niño —añadió el Visir, su mirada se volvió glacial—. Ese pequeño bastardo, creo que se llama Hapy. El hijo menor del primer carcelero que intentó ayudar a Menna. Ese niño siempre se pasaba jugando en la prisión. Debió conocer a Menna. Debió hacer contacto con él. De seguro es ese el niño que le entregó el mensaje al Capitán Hesy. Él fue cómplice. De seguro.
Khufu y Ptah saliero