Capitulo 45

Al amanecer, la noticia se propagó como un incendio salvaje por toda Giza. El carcelero Rhako, acusado de traición y complicidad en el intento de fuga de Menna, había sido ejecutado al alba. La orden, firmada por el propio Visir, era un mensaje claro para cualquiera que osara desafiar su autoridad.

Seti, el capitán de la guardia de la prisión, supervisó la ejecución con una sonrisa fría. La traición no tenía cabida en el nuevo orden del Visir. El cuerpo de Rhako fue dejado a la vista, un ejemplo macabro para todos.

Pero Seti no era un necio. La ejecución de Rhako había sido un acto de poder, pero también había sido una distracción. Rápidamente, sus ojos se dirigieron a la celda de Menna. La seguridad era implacable. Sin embargo, un presentimiento, una punzada de inquietud, lo carcomía.

Se dirigió a la celda de Menna. Pero la puerta de la reja estaba abierta. Seti entró. La celda estaba vacía.

Un grito de furia escapó de sus labios.

¡Menna había escapado! El carcelero Rhako, en su acto
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