Hesy se dirigió a una pequeña panadería en los confines del mercado, un lugar de encuentro discreto acordado con Meryre. El aroma a pan recién horneado y dátiles dulces se mezclaba con el hedor de la calle, ofreciendo una tenue cubierta para sus pensamientos. Meryre ya lo esperaba, sentado en un banco de madera, con una hogaza de pan a medio comer y una mirada que reflejaba la misma ansiedad que Hesy sentía.
—Maestro Meryre —dijo Hesy, su voz apenas un murmullo al sentarse a su lado.
—Capitán Hesy —respondió Meryre, sin levantar la vista del pan—. La ciudad es un hervidero. El Visir ha movilizado a sus hombres. No hay rincón que no sea escudriñado.
—Lo sé —confirmó Hesy—. Y con razón. Menna ha descubierto más.
Hesy le relató las palabras de Menna: los temblores incesantes bajo la prisión, la conexión de la daga de Bek con los símbolos de la losa oscura, la revelación de que no era simplemente una piedra, sino una pieza del Corazón de Obsidiana que el Visir estaba moviendo activamente.