Mientras la acusación de negligencia se cernía sobre Menna, la llegada de Bek fue un faro de esperanza en la oscuridad. El capataz se apareció una tarde, bajo el pretexto de entregar un informe de la cantera, buscando a Menna en una de las galerías menos concurridas.
—¡Menna! —susurró Bek, entregándole el pergamino enrollado—. Es de Neferet. De Karnak.
Menna tomó el pergamino, su corazón dio un vuelco al ver el sello del templo de Amón. Lo desenrolló con dedos temblorosos.
—¿Neferet? ¿Cómo...?
—El escriba principal Horemheb la ayudó —explicó Bek, su voz baja y urgente—. Dice que el visir te está tendiendo una trampa. Necesitas pruebas, Menna. Pruebas irrefutables.
Menna asintió, su mirada fija en el plano. Sus ojos buscaron los pequeños círculos en los márgenes, l