El aroma a café y a pasado llenaba la sala. Clara, con las cartas esparcidas sobre la mesa como un mapa de vidas truncadas, tomó un sorbo de su taza antes de sumergirse en los recuerdos más dolorosos. Su mirada se perdió en la distancia, viajando a una época donde la felicidad aún era posible.
—Javier admiraba tanto a su amigo Esteban —comenzó, una sonrisa triste tocando sus labios—. Eran inseparables. Hacían todo juntos: soñaban con los viñedos, planeaban el futuro… Éramos un grupo unido, lleno de esperanza. —Su voz se suavizó—. Cuando conocí a Javier… fue mágico. Era tan diferente a todos. Honrado, apasionado, con una luz en los ojos que iluminaba todo a su alrededor.
Hizo una pausa, el dolor de la pérdida aún fresco después de todos esos años.
—Pero cuando Javier me presentó como su novia, noté que la relación con Esteban se enfrió un poco. No era algo abierto, sino una distancia sutil. —Clara miró a Valeria directamente—. Verás, yo había tenido un amorio de adolescencia con Ricard