Leo encontró a Valeria en el despacho de Elias, revisando unos informes del viñedo. La vio palidecer al ver su expresión.
—Tranquila, Valeria —dijo Leo, manteniendo la voz lo más calmada posible—. Es Elias. Hubo un incidente en la prisión, pero está bien. Está en el hospital.
Valeria se puso de pie de golpe, las manos temblando. —¿Incidente? ¿Qué pasó?
—Intentaron hacerle daño, pero no fue nada grave —se apresuró a explicar Leo, viendo el pánico en sus ojos—. Lo importante es que está bien, y… podrás verlo. El fiscal autorizó visitas por su estado de salud.
Las palabras "podrás verlo" atravesaron el velo de miedo como un rayo de sol. Sin perder un segundo, Valeria tomó su bolso, sus manos aún temblorosas pero ahora por una urgencia diferente. Iba a salir disparada cuando, en el último momento, se detuvo en seco.
La carta.
Corrió de vuelta a su habitación, abrió el cajón de la mesita de noche con llave que siempre llevaba consigo y sacó el sobre lacrado con el nombre de El