PUNTO DE VISTA DE Adrián.
Vi a Catalina entrar en mi oficina, con el rostro pálido y tenso. Dejó una carta sobre mi escritorio, sin apenas mirarme a los ojos.
«Gracias, Adrián», dijo en voz baja. «Por defenderme».
Se dio la vuelta para marcharse, pero algo no me cuadraba. Cogí la carta y la desdoblé.
Mis ojos recorrieron rápidamente las palabras y sentí cómo me invadía la irritación.
«¿Qué es esto?», pregunté, con un tono de voz más agudo de lo que pretendía.
Catalinase detuvo en seco y se dio la vuelta lentamente, con expresión de desconcierto.
«Es mi carta de renuncia», dijo en voz baja.
Volví a dejar la carta sobre el escritorio, sintiéndome frustrado. «¿Por qué?», pregunté. «¿Por qué renuncias?».
Ella bajó la mirada hacia sus manos, jugueteando con ellas nerviosamente. «Es solo que... es solo que quiero hacerlo», murmuró.
Me recosté en mi silla y la miré fijamente. «¿Leíste las políticas de la empresa antes de incorporarte?», le pregunté.
Ella me miró, frunc