La Mañana que Casi lo Cambia Todo.
La luz de la mañana entraba por las cortinas, bañando el departamento con un calor suave y dorado. Valentina se movía con cuidado, como si temiera romper el hilo delicado que los unía después de la noche anterior.
Cada paso que daba hacía que su corazón latiera con fuerza, recordándole la proximidad de Alexander, la intensidad de sus manos sobre las suyas, la cercanía de su aliento.
—Buenos días —dijo él, todavía con la voz grave por el sueño, apoyado contra la pared de la cocina, con la camisa arrugada y los ojos fijos en ella.
—Buenos días —respondió Valentina, acercándose, con un hilo de sonrisa tímida—. ¿Dormiste bien?
—No sé si “bien” es la palabra —confesó él, frunciendo ligeramente el ceño, como si las emociones de la noche aún lo pesaran—. Pero contigo fue distinto.
Valentina bajó la mirada, su rostro se enrojeció, y por un instante sintió que todo lo que había compartido con él la asfixiaba y la liberaba a la vez.
—Yo —dudó, buscando las palabras adecuadas—. No sé cómo vamos