Observo a la perra tendida sobre la cama mientras sigue sedada. No puedo negar que es una mujer hermosa, no más que Rachel, pero tiene lo suyo. Extiendo mi mano y deslizo los dedos sobre su piel sedosa. Mi polla se tensa al contacto. Hace mucho que no disfruto de un buen polvo. Quizás la puta sirva para algo después de todo, sobre todo, ahora que no puedo acercarme a mis jóvenes feligreses. Hace poco me vi obligado a abandonar el pueblo en el que viví por mucho tiempo. Después de todo lo que hice por ese lugar sucio y mugroso, esos pueblerinos tuvieron la desfachatez de echarme de allí sin ningún remordimiento. Juro que algún día me las pagarán.
Me acerco a la mesa y cojo la cajetilla de cigarrillos. Golpeo el paquete contra el costado de mi dedo índice, extraigo un pitillo y lo llevo a mi boca mientras repaso de arriba abajo el cuerpo desnudo de la zorra. Mi polla está dura y la puta no me la pone fácil. Está como para chuparse los dedos. Sonrío y niego con la cabeza. Dios obra de man