Mi corazón se detiene en el momento en que la veo tendida en el piso y bañada de sangre. Ira, odio, dolor en su máxima expresión. Sentimientos que me invaden al instante. No hablo, no emito ni el más mínimo sonido. Me cubro con una coraza de indiferencia y actúo de manera mecánica.
«¿Qué harás si ella muere?»
La pregunta se repite una y otra vez dentro de mi cabeza como un bucle interminable. ¿Qué será de mí si pierdo a la mujer de mi vida? ¿Cómo sobreviviré si las pierdo a las dos?
―¡Ella está muerta, Lud! No pude hacer nada para salvarla.
Aquel grito eriza cada poro de mi piel y envía un ramalazo de temor a lo largo de mi espina dorsal. Mi mente queda en blanco. Casi de inmediato, vuelvo al pasado y recuerdo el día que la vi por primera vez. Estaba hecha un desastre. Se veía temerosa y asustada, pero irreverente y decidida…
Salgo de la oficina de Lud y me dirijo al salón principal. Apenas está cayendo la tarde. Los empleados se preparan para iniciar una nueva jornada, cuando la veo