En el mismo instante en que subo a la limusina, hago una llamada importante.
―Callaghan, te habla el agente De Luca, necesito que designes a un equipo especial y lo envíes de inmediato a la casa de Ludwig Reeves ―le explico―. Quiero que revisen el perímetro y busquen rastros de pólvora, cartuchos o cualquier cosa que se vea sospechosa. Necesito que me des indicios que me lleven directo al sospechoso de este atentado.
Nada de esto me parece una casualidad.
―Por supuesto, señor. Ahora mismo me pongo en ello.
―Bien. Te enviaré las coordenadas en un mensaje de texto y, por favor, mantenme informado.
Cuelgo la llamada, una vez que consigo una respuesta afirmativa de su parte. Abro en mi teléfono la aplicación de G****e Maps, localizo la ubicación de la casa de Reeves en el mapa y la comparto.
―¿Qué sucede, Massimo? ―aparto mi atención de la pantalla del móvil y coincido con su mirada a través del retrovisor―. Nunca antes te había visto tan inquieto.
Suelto un suspiro.
―Hubo un atentado en