—¿Cuánto tiempo ha pasado desde que me desmayé? ¿Qué fue lo que me hicieron en ese comedor comunitario para que haya terminado hospitalizada? —preguntó Brenda, clavando la mirada en el médico, casi suplicando respuestas. Había un hilo de esperanza en su voz, frágil, como si realmente creyera que él podría explicarlo todo.
El médico no respondió de inmediato. Simplemente, la observó en silencio, con esos ojos que parecían diseccionar más que mirar. Se dio cuenta de que Brenda era una mujer hermosa, sí… pero también una mujer consumida por el odio, la ambición y un deseo de venganza tan intenso que casi se podía oler en el aire. Sentimientos peligrosos. Sentimientos que no llevarían a ningún lugar bueno.
Y aun así, entendía que no podía darse el lujo de alejarse.
Ganar su confianza sería un proceso complejo, casi quirúrgico. No podía empujarla, pero tampoco podía dejar que se le escapara. Necesitaba acercarse a ella con precisión, con paciencia… adaptarse a sus heridas, a su carácter y