Los tres días en Málaga no podían haber empezado de una manera más urgente y desesperada para los dos. La espera, el peligro y las videollamadas a distancia, habían cargado la atmósfera con una tensión insoportable que, por fin, encontró su hora para liberarse.
Alejandro, todavía cargaba el traje arrugado por la presión del viaje. Rompió el beso solo para jadear contra la boca de Sofía. Sus manos abandonaron su cintura para aferrarse a su rostro, obligándola a mirarlo mientras sus pulgares acariciaban su piel.
—No... Puedo... Creerlo... —gruñó él, agitado. Ella le estaba robando el aire—. He estado a punto de perder la cabeza por ti... todos estos días han sido una completa tortura.
—Yo también... —jadeó Sofía, agarrándose a sus hombros para mantener el equilibrio. Estaba empapada en deseo, y no le importó si él podía sentirlo en ese momento.
La furia de la pasión hizo que sus movimientos fueran menos seductores y más toscos. Alejandro la levantó de nuevo, llevándola a la cama, pero s