Bruce
—¿De verdad no vas a contarme qué le pasa al señor Walker? —le preguntó Anne a Bruce.
—Anne, tú no sueles ser tan curiosa. Los asuntos privados del señor Walker no te incumben.
Anne lo miró como si le suplicara respuestas.
—¿Se dice por ahí que tiene que ver con su esposa fantasma, a la que nadie ve? —insistió Anne.
—Creo que necesitas un gato —dijo Bruce con tono divertido.
—¿Un gato?
—Sí, para que cuides de sus siete vidas y dejes de preocuparte por la vida de los demás.
El teléfono de la mesa de Anne sonó e inmediatamente ella lo contestó, sabiendo ya de qué se trataba.
—¡Ha llegado! —La noticia se extendió como la pólvora por la planta de la presidencia y la gente se puso tensa a la espera de la llegada del presidente.
El ascensor se abrió y John entró con zancadas largas, con el rostro serio y taciturno, ignorando los «buenos días», como siempre, pero nadie se atrevía a no saludar al presidente.
John imaginaba lo que comentaban cuando pasaba: la esposa que nadie había visto