Pamela
Pamela salió del ascensor con pasos pesados. El eco de sus finos tacones resonó en el suelo de mármol del vestíbulo del Grupo Walker. Su rostro reflejaba una expresión tensa, una mezcla de incredulidad, ira y humillación.
Apretó el bolso con tanta fuerza que sus dedos se pusieron pálidos.
«¿Cómo se atreve a tratarme así?», pensó furiosa. «¡Nadie me ha rechazado jamás! ¡Nadie!».
Ignoró las miradas de los empleados. El chófer la esperaba. Abrió la puerta rápidamente.
Entró, arrojó el bolso al asiento, respiró hondo e intentó recuperar la compostura.
—Cálmate, Pamela… —se dijo a sí misma con frialdad. —Es solo un hombre. Y al final, todos los hombres se rinden.
El conductor esperó.
—Llévame a la mansión Walker —ordenó ella con voz baja pero firme.
El coche arrancó en silencio.
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Martha
Martha fue a su despacho privado tras recibir una llamada de Pamela. La voz de la mujer al otro lado de la línea fue breve y directa: «Tenemos que hablar».
Ya sospechaba el motivo. Sabía que Pam