—Thomas Scott—
Despierto en una habitación de hotel, con una jaqueca de la puta madre, me levanto como puedo, pues no tengo mi bastón y noto a la pelirroja que está durmiendo desnuda a mi lado.
—Mierda — mascullo entre dientes, mientras me tomo la cabeza por el dolor. No recuerdo absolutamente nada de lo que hice después de salir de mi apartamento, salvo que llegué a paraíso, nos saludamos con André y algo conversamos, luego preparó mi cóctel y comenzó mi salida de este mundo y creo que me pasé de la cuenta nuevamente. Deberé hablar con André, cada día recuerdo menos lo que hago cuando estoy ahí. En eso la pelirroja se remueve en la cama, al parecer se despertó al no sentirme cerca y ahora me ve con ganas de querer más de lo que le estuviera haciendo.
—Hola cariño, estuviste fantástico esta noche ¿Te gustaría repetir? — recontra m****a, reviso por todos lados si hay condones y por suerte veo varios en el basurero y en el suelo de la habitación, respiro tranquilo y miro a la mujer que se acerca hacía mí, absolutamente desnuda, con la intención de seguir su fiestecita.
— ¡LARGO!
— ¿Qué? Pero si la pasamos tan bien.
—TE DIJE QUE TE LARGARAS — la tomo por el brazo y la llevo casi volando a la salida de la habitación, abro la puerta y la lanzo sin preocuparme de su desnudez.
—MALDITO, ENTRÉGAME MI ROPA POR LO MENOS. — busco sus cosas y las llevo a la puerta, con unos cuantos billetes que saqué de mi billetera, se las lanzo y vuelvo a cerrar de un portazo.
— AHÍ TIENES, PUTA Y AHORA LÁRGATE DE AQUÍ, NO ME INTERESA VERTE.
— ¡DESGRACIADO!
Entro en la habitación y me meto a la ducha, necesito sacarme el olor a perfume barato que tiene mi cuerpo, tengo que ir a ver a mamá, necesito que ella me ayude a mantener a Alma fuera de toda esta m****a. Salgo de la ducha y tomo mi teléfono, llamo a mi asistente y contesta al primer ring.
—Jefe…
—Necesito que me traigas un cambio de ropa a… ¿No sé dónde m****a estoy? Tráemelo a la ubicación que te mande por W******p. Ah, también trae mi bastón y unos Advil para ayer.
—Entendido, jefe.—Abro mi W******p y encuentro varios mensajes de mi madre, Val y de Natalie, le mando mi ubicación a mi asistente, omito los mensajes de Natalie y reviso primero los de mamá...
—22:30 pm Hijo ¿puedes contestar mis llamadas?
—23.50 pm Hijo, sé que no estamos en buenos términos, pero por favor contesta, es urgente.
—00:30 am Hijo, ¿dónde m****a estás? Necesito hablar contigo.
—00:45 am Thomas Scott, toma el maldito teléfono.
—01:30 am Thomas Scott si no contestas el teléfono, te voy a desheredar.
—03:30 am Hijo, por favor contéstale a tu madre.
Y así, suman y siguen, hasta casi las seis de la mañana. Mi pobre madre debe estar con el alma en un hilo por culpa de la estupidez de mi noviecita. Natalie está en la cuerda floja después de lo que hizo enviándole la invitación a Alma y no descartaré terminar este circo si sigue provocándome, pero ¿por qué m****a lo hizo? No era más seguro para ella que Alma no apareciera. Esto es una m****a, ¿Qué nadie entiende que no la quiero aquí?
Veo los mensajes de Val y van por el mismo calibre que los de mi madre. Me meso el cabello con rabia y tratando de calmar mi dolor de cabeza. Lanzo el teléfono a la cama y me echo hacia atrás unos segundos...
En eso, golpean a la puerta y me levanto a abrir caminando casi a rastras.
—Jefe, ¿Qué hace aquí? Su madre ha movido cielo, mar y tierra buscándolo.
—Baja el volumen Rubén y dame las pastillas.
—Si, si, tome jefe.—Me tomo las pastillas con la botella de agua que me entrega mi asistente y luego me empiezo a vestir.
—¿Qué tengo para hoy?
—Pues hoy solo la deposición Reagan, después tiene la tarde libre, ya lo había coordinado con su novia para la prueba de la comida para el domingo.
—Cancélalo.
—¿Qué?
—No me hagas repetir, Rubén.
—Pero la señorita Nat…
—Me importa una m****a Natalie, necesito ir a la casa de mis padres después de tribunales, eso es más importante que cualquier otra cosa.
—Jefe… —trata de rebatirme y de verdad que me está enfureciendo.
—Exacto, soy el jefe y tú mi subordinado, ¿entiendes?
—Sí, jefe.
—Así me gusta. Ahora, vámonos de esta pocilga.
Bebí de una sola vez el resto de la botella y miré al idiota de mi asistente. Él, como el buen perro que es entendió y no dijo absolutamente nada.
Así me gustaba la gente, obediente como un cachorrito, Así no me causaban problemas como los que, de seguro tendría.