Daniela se ajustó el vestido blanco de tirantes mientras avanzaba hacia el local donde había cendado con el ruso dos noches atrás.
No tenía claro como comportarse, estaba claro que en ella surgían dudas sobre su plan de conquista. Necesitaba saber si la compra era real o solo lo hacía para acercarse a ella. Tal vez debería mostrar esta vez su lado más fuerte, para que él entendiera que ella no era un juego. Esta vez no llegaría con sonrisas coquetas, sino con cifras concretas, así que se recogió El pelo em una coleta para parecer un poco más profesional. Si el negocio era real, y si Alexander Rascov tenía el dinero que decía, su vida podía cambiar sin necesidad de intercambiarse por ello. Él ya la esperaba, en una de las mesas al aire libre, con dos copas de vino tinto sobre el mantel blanco. Lucía bien, como siempre, chaqueta y pantalones negros. Camisa blanca. Más quenun outfit parecería un uniforme reglamentario para hacer negocios. El auto negro estaba aparcado en la esquina del frente, justo en su vista. —Puntual. Me gusta —dijo, levantando su copa en señal de saludo. —No soy de hacer esperar a mis clientes, sobre todo si van en serio. —respondió ella, tomando asiento y apartando de ella la copa. —¿No te apetece un vino? —No me gusta nada que nuble mi juicio en medio de negocios . Alexander esbozó una media sonrisa. —Pídeme un café —le dijo al mesero sin apartar los ojos de Daniela—. La señorita prefiere algo más... energético. Ella no corrigió el comentario. Si el ruso quería jugar al control, que lo intentara. —Entonces, hablemos de números —aseveró poniendo a un lado su copa. —Los dueños piden un quinto de millón. Es un robo en los estándares cubanos, pero casi nada en estándares internacionales, además la ubicación lo vale. —Ofrezco un cuarto. —los ojos de Daniela se abrieron de par en par al escuchar la cifra —Pero la transacción debe cerrarse en dos semanas. Ella contuvo una exhalación. Sería la venta de su vida, con ese dinero. —En Cuba los trámites tardan meses —advirtió—A menos que... —¿Tienes conocidos que puedan agilizarlo? —interrumpió él, inclinándose ligeramente. —Todo funciona igual en todas partes, el dinero agiliza todo. —Sí. Pero antes quiero saber, ¿a nombre de quién va la propiedad? —Daniela sabía que a no ser que fuera un extranjero nacionalizado no podría tener propiedades a su nombre. Alexander tomó un sorbo de vino antes de responder. —Eso es algo que sabrás después. El café de Daniela llegó en ese momento. Lo tomó, necesitando la cafeína para procesar la indirecta. ¿Qué ocultaba? —Necesito más que evasivas para mover mis contactos —dijo, firme. El ruso sacó un sobre de color blanco y lo deslizó hacia ella por el mantel. —5,000 dólares —Daniela trago saliva al escuchar la cifra—. Para gastos de trámite... y para ti. Daniela lo empujó de vuelta. —Mi comisión la cobro cuando se concrete la venta. —Tómalo —insistió él, en voz baja pero imposible de ignorar— Tus contactos seguron trabajan más rápido con pago por adelantado. Ella miró el sobre. Lo necesitaba.El gas, la comida, desaparecer a Roberto, hasta una planta eléctrica podría comprar con ese dinero. —Solo por los trámites —murmuró, guardándolo en el bolso. —¿Puedo saber la razón de la urgencia o ... —No quiero atormentar esa bella cabecita con cosas insignificantes. —Alexander sonrió, satisfecho. Mientras suprimio los deseos de protestar. Pero él tenía razón, no era asunto suyo —Bien. Ahora, necesito que me acompañes a una evento en el Melia internacional. —¿Yo? ¿Para qué? —estaba confundida. —Para que algunos de mis posibles clientes vean que tengo una asesora local confiable —dijo, y luego, con un destello de humor— Y porque ese vestido blanco merece un escenario mejor que este restaurante. El vestido de Daniela era ceñido a su pecho, de un escote en V, y a la medida que bajaba se separaba de su cuerpo en un movimiento sensual. —¿Qué ganó yo? —Complacer a un cliente y conocer a varios prospectos de clientes que te pueden interesar. —Solo negocios, entonces. —Solo negocios —confirmó él, aunque sus ojos recorrieron entre pecho con una lentitud que decía lo contrario. Ella caminaba por el lobby del hotel con cierta inseguridad, habían demasiadas personas, todas demasiado bien vestidas para la ocasión. Era un pez de acuario lanzada al mar abierto. El lugar era precioso, con un piso de mármol pulido y una decoración minimalista pero moderna. —No te preocupes te ves profesional —comentó extendiendole el brazo para que lo tomase. —Es lo que soy —respondió ella, aunque notó cómo su mirada se detenía en las piernas que el vestido dejaba al descubierto. —Pero otras personas pueden no serlo... —soltó agresiva. En el salón del Cigar Bar , reservado para la ocasión, Alexander la presentó como su asesora en bienes raíces a conocidos inversores europeos y latinoamericanos. ÑUn español se acercó a ella con interés. —Si todos los corredores en Cuba son como usted, voy a necesitar más capital porque me han dado deseos de invertir, y mucho...—Comentó con doble sentido, lo suficientemente soez para hacerla sentir incómoda. Alexander colocó una mano en la espalda de Daniela, marcando territorio. —Lamentablemente, la señorita Guerra trabaja exclusivamente conmigo. Ella no lo corrigió, prefería que pensarán que era una acompañante exclusiva que cualquier puta barata de esquina. Más tarde, cuando el grupo musical tocó un bolero, Alexander extendió la mano. —Bailamos. —No creí que los rusos bailaran música cubana. —más bien no creía que los rusos bailaran. Los que había visto eran descordinados y torpes. —Hay muchas cosas que no sabes de mí —respondió, guiándola —Tengo muchas habilidades —susurro más cerca de su rostro. Sus cuerpos se movían cerca, pero no tanto como para cruzar líneas. Hasta que, en un giro, sus labios rozaron su oreja. —Tengo una propuesta que va a interesarte. Daniela se apartó lo justo para mirarlo a los ojos. —¿Más negocios? —Uno que requiere confianza. —Ella sostuvo su mirada. Ambos detuvieron el baile —Ven hablemos en privado.