Un grave error.
El alarido de una discusión despertó a Daniela de golpe. Las voces llegaban desde el exterior, tan estridentes que atravesaban las paredes del apartamento. Se incorporó con el corazón acelerado, buscando a tientas el celular en la mesita de noche. Las luces del barrio seguían apagadas—otro maldito apagón—pero la luna llena iluminaba lo suficiente para distinguir las sombras moviéndose tras las cortinas.
—¡No jodas más, María! ¡Daniela siempre fue el amor de mi vida! —La voz de Roberto, retumbó en el pasillo.
Daniela se frotó los ojos, confundida ¿María su ex? La misma mujer por la que Roberto la había dejado hacía un año. Se acercó a la ventana y entreabrió la cortina. Allí estaban: Roberto, con el torso desnudo y los brazos extendidos como en una telenovela barata, y María, con un vestido ajustado y tacones que crujían contra el cemento mientras fingía llorar.
—¡Has lo que te de la gana entonces! —gritó, empujándolo con una fuerza que no coincidía con sus lágrimas de mentira—.ñ