OMNISCIENTE
Hoy más que otros días el sol en la capital de Francia parecía brillante y cálido, afirmando por los altavoces que el día del romanticismo estaba a la vuelta de la esquina. Los atardeceres eran esenciales, únicos... Definir que era simplemente hermoso en su lugar no era suficiente para Elizabeth Sanders.
Esta vez no sólo regresaba ella a distraerse, sino su familia ahora compuesta por una persona más, Vera su hija, la cual heredó el caracter exigente y perfeccionista de su padre, mientras que la belleza e inteligencia provenían de su talentosa, carismática y astuta madre.
Aunque París no tiene playas naturales, hay opciones para disfrutar del sol y varias actividades en la ciudad, una de ellas es ir a una tienda de moda o tener un día de campo. La elección fue de su hija.
—¡El lugar de allá me encanta, papá!—señaló Vera debajo de un árbol que daba a una gran sombra con una maravillosa vista hacia la fuente de agua.
Maxin desde lo profundo de su corazón ya reconocía la re