Monique no apartó la vista de su esposo, que seguía inmóvil en su lugar, mirándola fijamente como una estatua. Era como si se hubiera quedado congelado.
—¿Babe? —lo llamó, intentando sacarlo de su trance—. Jacob está en la línea —añadió, agitando el celular frente a él.
En ese instante, él por fin se movió. Caminó hacia ella y dejó la bandeja que llevaba sobre la mesa. Monique le entregó el teléfono, observándolo de reojo mientras lo acercaba a su oído derecho para hablar con su hermano gemelo, Jacob. No pudo evitar notar cómo se fruncían sus cejas durante la conversación.
—Estoy ocupado. Te llamaré cuando ya no lo esté —le dijo a Jacob antes de colgar.
Monique alzó una ceja, mirándolo con curiosidad. Él no estaba ocupado en absoluto. De hecho, no estaba haciendo nada. Entonces, ¿por qué le había dicho eso a Jacob? Lo observó mientras guardaba el celular en el bolsillo de sus pantalones cortos.
—¿Por qué le dijiste a Jacob que estabas ocupado? —le preguntó, mirándolo directamente—. No