En toda mi vida no existía momento más incómodo como este. Mi presencia brillaba con todo glamour en la oficina del dueño de Sunday Crazy, la empresa donde trabajo desde hace años sufriendo de la explotación laboral como una estúpida solo por la esperanza de algún día lograr mi sueño de ser una reconocida escritora a través de seudónimos.
El hombre solo se paseaba mi alrededor mientras me miraba fijamente, sin despegar ni por un segundo su mirada de mí. Era como si me estuviera examinando de pies a cabeza, buscando algún defecto en mí o algo por el estilo.
No articulado palabra alguna y no hacia nada respecto al tema de Patrick.
Y ya comenzó a impacientarme.
—¿Y de que trabaja fuera de nuestra empresa, señorita?
—Soy escritora. —Explico. —¿Y usted, trabaja fuera de aquí?
—Soy el dueño de Sunday Crazy, no tengo tiempo para algo más. —Lo escuché decir con alegría, aunque se notaba a gritos como solo lo decía por atraer más mi atención.
Era un pavo real en todo su esp