Hay un tipo de silencio que incomoda.
Otro que envuelve.
Y otro… que asusta, porque parece demasiado perfecto para ser real.
El silencio de esta casa —moderna, impecable, ubicada en las afueras de Washington D.C.— pertenece a ese último tipo.
Desde que me dieron de alta del hospital, Isabelle ha construido una vida a mi alrededor con la misma precisión con la que alguien monta un escenario teatral.
Cada mueble, cada foto colocada en las paredes, cada documento que prueba que mi nombre es Richard Halle… todo parece recién impreso.
Recién inventado.
Richard.
Ese nombre no me pertenece, pero todos a mi alrededor actúan como si siempre hubiera sido mío.
Aun así… es el único que tengo.
La casa es espaciosa, decorada en tonos neutros. Huele a madera nueva, a pintura fresca… no huele a historia.
No huele a hogar.
Y eso debería ser una señal, ¿verdad?
Pero luego escucho llorar al bebé y algo se acomoda dentro de mí.
Algo que no sé si es instinto… o manipulación.
Richard Jr
Mi hijo.
Le sosteng