Desperté con una sensación espesa en la garganta, como si algo pesado se hubiera quedado atorado allí durante la noche. Abrí los ojos lentamente, esperando que el dolor en mi sien izquierda no estuviera allí… pero me recibió como un latido ajeno dentro de mi cráneo.

Intenté incorporarme, pero mi cara se sintió húmeda. Llevé la mano a mi nariz. Sangre.

Otra vez.

Me quedé unos segundos congelada, como si estuviera atrapada entre la realidad y un sueño del que no podía escapar. Ethan dormía profundamente a mi lado, boca abajo, su brazo extendido hasta casi tocar mi pierna. Su respiración era tranquila, estable… tan opuesta al caos que yo llevaba dentro.

—No ahora… por favor —susurré apenas sin voz.

Me levanté despacio, evitando que la cama se moviera. La funda de la almohada tenía un pequeño charco rojo. Tomé la almohada entre mis manos, respirando hondo para no quebrarme, y la llevé al baño. Abrí el grifo y mojé rápidamente la tela, frotandola, tratando de que el agua se llevara cualqui