Amy:
Avergonzada, envuelvo su mano con mis dedos y le alejo la mano de la cara.
—Estoy bien —consigo decir con una voz más o menos calmada—. Lo siento.
No sé qué me ha pasado.
Me observa, y veo una mezcla de rabia y frustración en su mirada. Nuestros dedos están entrelazados, como si fuera reacio a soltarme.
—No estás bien, amore—dice con brusquedad—. Estás de todo menos bien.
Tiene razón.
No quiero reconocerlo, pero tiene razón. No estoy bien desde que se fue de la finca para capturar a los terroristas. Estoy hecha un lío desde su
partida y parece que estoy aún peor ahora que ha vuelto.
—Estoy perfectamente —digo, sin querer que piense que soy débil. Fue a él a quien torturaron y parece estar controlado, mientras yo me derrumbo sin ninguna razón.
—¿Bien? —Alza las cejas—. En las últimas veinticuatro horas has tenido dos ataques de pánico y una pesadilla. No te encuentras bien.
Trago saliva y bajo la mirada hacia mi regazo, donde nuestras manos están unidas con fuerza y po