Alexis:
—¿Y qué más? —digo, a la vez que le introduzco el juguete aún más. Me sorprende cómo un cuerpo tan frágil no
rechaza un consolador tan enorme, y ver cómo esa vaina se hunde en su interior me evoca un dolor
sumamente erótico.
— Y siento que me abre… —Exhala con fuerza y reposa la cabeza en mi hombro—, que se mete
dentro de mí y me llena.
—Sí, delicia, así es. —Ahora mismo el consolador se encuentra lo más hondo posible, solo
sobresale el extremo. Recompenso su sinceridad acariciándole el clítoris con los dedos y extiendo el
fluido de su corrida empapando todos los pliegues de la vagina. Cuando regresan los jadeos y balancea
sus caderas, me detengo en seco antes de que se corra y la libero de mi yugo, echándome un poco hacia
atrás.
Entonces la empujo y le aprieto la cara contra el colchón, al tiempo que le estiro las piernas hacia
atrás, quedando tendida de espaldas.
Aunque me encantaría seguir jugando con ella, no puedo esperar más cogermela.
La privo de mis caricias y