Alexis:
En cuanto terminamos de cenar, me la llevo al dormitorio. Le pongo una mano en la espalda
mientras subimos las escaleras. Está callada desde que le expliqué mi próxima misión. Aún sigue molesta conmigo y no solo por eso, también por los microchips rastreadores y el viaje.
Verla preocupada me conmueve e incluso me resulta adorable, pero no pienso malgastar esta
oportunidad de ponerle las manos encima al inglés.
Mi motita no entiende el subidón que me da estar en plena acción, sentir la adrenalina por mi cuerpo y oír cómo las balas van por el aire. No entiende cuánto me pone ver la sangre a borbotones de mis enemigos, ni que sus gritos de agonía me llenan de un placer casi tan intenso como el sexo. Por esta razón, entre otras, un loquero que tuve opinaba que podría ser un
sociópata… bueno, eso y también la ausencia casi total de remordimientos. Que me tachen de loco nunca me ha molestado demasiado… al menos desde que me quité de la cabeza aquella idea inocente de que, algún