Leonardo entró a su habitación rápidamente, cerrando la puerta tras de sí. Se apoyó contra la pared, respirando agitado, mientras su mente revivía cada segundo del beso que acababa de compartir con Isabella.
Empezó a caminar de un lado a otro, con las manos en la cabeza, tratando de calmarse, pero su mente no dejaba de repetir lo mismo.
—¿Qué fue lo que hice…? —murmuró, casi en un susurro, frustrado consigo mismo—. Esto se está saliendo de control. Isabella... ese beso…
Se detuvo frente al espejo, mirándose a sí mismo, sin reconocer sus propios pensamientos.
—¿Qué estoy diciendo? —sacudió la cabeza—. Me voy a volver loco. ¡Estoy casado con ella solo por el pacto! No debería… No puedo sentir esto. Valeria... Isabella… —se dejó caer en la cama, apoyando los codos en sus rodillas y enterrando el rostro entre sus manos—. Esto no estaba en los planes.
El peso de la situación lo aplastaba, las emociones mezcladas, la responsabilidad hacia Valeria, el pacto con Isabella… y ahora, el inespera