Estaba concentrada en el informe cuando escuché la puerta abrirse despacio. Mis dedos siguieron sobre el teclado, pero mi corazón dio ese salto automático. Su perfume me golpeó antes de que levantara la mirada.
Alessandro.
Cerré los ojos un segundo, intentando mantener la concentración, pero su presencia era como una nube pesada que se esparcía por la sala.
—Si vienes a armar lío, puedes dar media vuelta —dije sin apartar la vista de la pantalla—. Tengo mucho trabajo que hacer.
No respondió. Solo escuché el ruido de la silla al moverse y, segundos después, su suspiro. Un suspiro cansado. Lento. Casi doloroso.
Lo miré de reojo, vién