A la hora de comer, decidí ir al centro comercial a buscar un vestido que se ajustara a mi bolsillo y estuviera a la altura del evento del sábado. Catherine me acompañaba, ayudándome en esa búsqueda complicada.
Después de casi una hora entrando y saliendo de tiendas, Catherine vino hacia mí con una sonrisa enorme en la cara. Me entregó un vestido y, sin dejarme verlo, me mandó a probármelo.
Hice lo que me pidió, sobre todo porque ya me sentía cansada. Fui al probador y me cambié, mirándome en el espejo en cuanto el vestido cayó perfectamente sobre mi cuerpo. Una sonrisa se dibujó en mis labios y salí de la cabina, viendo la expresión de mi amiga.
—¡Estás guapísima! —d