Mundo ficciónIniciar sesiónConducía como un loco, con la mano pegada al volante y el pie hundido en el acelerador. Me daba igual el radar, las multas, todo. Solo quería llegar hasta Alice. Cada segundo que pasaba era otro más que ella estaba en manos de esos hijos de puta.
El móvil vibró y lo conecté al altavoz del coche.
—¡Habla!
La voz de Natan sonó entrecortada, jadeando.
—Señor, los hombres casi han alcanzado el coche.
—Yo también estoy llegando —respondí apretando más el volante—. No los perdáis de vista, Natan. Ni un segundo.
—Entendido.







