El jueves amaneció despejado, con ese sol suave que no molesta, solo hace que todo parezca más bonito. En cuanto Alice y yo llegamos al terreno, noté al instante que había algo distinto allí. Era amplio, bien ubicado, pero aun así en un barrio tranquilo, lejos del ruido pesado de la ciudad. Un lugar que respiraba paz y era perfecto para lo que teníamos en mente.
Víctor, mi amigo y dueño de la inmobiliaria, ya nos esperaba junto al portón de hierro. Estaba apoyado en el coche, con los brazos cruzados. A su lado, un chico más joven con una carpeta en la mano, y una mujer con gafas de sol, elegante, con una carpeta llena de dibujos.
— Mira quién se ha dignado a madrugar — bromeó Víctor, abriendo los brazos para saludarme. — Diogo Montenegro en persona. — Le tendió la mano a Alice con un encanto discreto. — Y tú debes de ser la famosa Alice. Un placer.
Alice le dio la mano con una sonrisa educada.
— El placer es mío, Víctor. Ya he oído hablar de ti… Dice que eres el mejor encontrando terr