Mi madre soltó un suspiro, una mezcla de alivio y emoción, y apretó mi mano sobre la mesa.
— No sé ni qué decir, Diogo… — murmuró, mirándome con los ojos llenos de lágrimas, pero con un brillo distinto, más ligero. — Me habría encantado conocer a mi nieto antes, pero… estoy feliz de que estés haciendo las cosas bien.
— Yo también, mamá — dije, devolviéndole el apretón. — Y te prometo que esta vez nadie se va a quedar fuera. Vais a conocer a Lucas en cuanto consiga asegurarme de que está bien y feliz.
Caleb sonrió de medio lado, moviendo el vaso de zumo, con esa cara de quien no sabe si reír o llorar.
— Entonces… Alice va a estar metida en todo esto, ¿no? — preguntó con cautela.
— Siempre — respondí firme, mirándole directamente a los ojos. — Ella está conmigo en todo. Lucas va a crecer conmigo y con ella, y no voy a dejar que nadie me haga huir o esconder nada nunca más.
Mi madre asintió, limpiándose las lágrimas.
— Pues os vamos a apoyar. — Respiró hondo y añadió con una sonrisa tími