— Nosotros — respondí, levantándome y ayudando a Alice a ponerse de pie.
— ¡Hola! — se acercó a nosotros, saludando con firmeza. — Soy la doctora Heloisa Vasconcellos. Y antes de que os presentéis, tengo que decir que Larissa me llamó anoche. Me dijo que cuidara de la embarazadita como si fuera mi propia sobrina.
Alice abrió los ojos de par en par, sorprendida, y luego soltó una risita nerviosa, algo sonrojada.
— Ay, Dios mío… la Larissa no tiene arreglo.
— Es eficiente, eso sí — me reí con ella. — Y cotilla.
— Cotilla de primera — remató la doctora, guiñándole un ojo a Alice. — Bueno, ¿vamos? Quiero dejaros bien tranquilos antes de la prueba.
Entramos en el consultorio, un espacio luminoso y acogedor, con un sillón para acompañante y el ecógrafo ya preparado. Alice se sentó en la camilla, todavía agarrada a mi mano con fuerza.
La doctora Heloisa se puso los guantes y empezó a explicar con calma.
— Hoy vamos a hacer una ecografía de rutina. Es para verificar el tamaño, el latido y el