Desperté despacio, como si estuviera emergiendo de un mar espeso. Todo parecía medio borroso, los sonidos ahogados. Respiré hondo, tratando de entender dónde estaba, pero el aire vino con cierta dificultad.
Sentí una punzada del lado derecho del abdomen, y un dolor sordo se extendió por las costillas. Parpadeé, tratando de enfocar la vista, y noté que había una mascarilla de oxígeno sobre mi rostro.
Poco a poco, el ambiente fue tomando forma. Estaba en un cuarto de hospital. Las paredes claras, el leve zumbido del monitor cardíaco al lado de la cama. Me moví un poco, sintiendo el entumecimiento en las piernas y la cabeza pesada. Cuando volteé la cara hacia el lado, la vi.
Larissa.
Estaba sentada en una silla al lado de la cama, el cuerpo levemente curvado hacia adelante, las manos entrelazadas en el mentón. Sus ojos estaban rojos, como si hubiera llorado por horas. Cuando se dio cuenta de mi movimiento, se levantó rápidamente, viniendo hacia mí.
Traté de levantar la mano para quit