(Larissa)
El timbre sonó y fui hasta la puerta con pasos lentos, todavía medio adolorida, pero mucho mejor que en los últimos días. Gabriel estaba en la escuela y Catherine había salido con mi padre para el tratamiento. Estaba sola en casa.
Por eso, cuando miré por la mirilla y vi a Enzo, mi corazón latió un poco más rápido.
Abrí la puerta, apoyando una mano en la pared.
—Hola.
Él sonrió y entró, trayendo una cajita bonita de chocolates en las manos. Y antes de que dijera cualquier cosa, me dio un beso más prolongado en los labios, lo que me hizo sonreír, aun con la leve molestia que todavía sentía.
—Te traje esto. —extendió la caja. —Pensé que te podría gustar.
—Gracias, se ven deliciosos. ¿Quieres sentarte? ¿Quieres té, café, jugo o agua? —pregunté mientras él se acomodaba en el sofá.
—Agua está perfecto.
Llevé los chocolates hasta la refrigeradora y los puse ahí dentro, después tomé un vaso de agua y se lo entregué. Me senté a su lado con cuidado, jalando un cojín hacia mi