(Larissa)
Entré al elevador con el corazón martillando en el pecho. Mi brazo instintivamente rodeaba a Gabriel, como si quisiera protegerlo del mundo, o tal vez de mí misma. Respiré hondo, tratando de recuperar el control, pero los recuerdos me invadieron sin piedad.
Su rostro... La expresión de rabia... La forma como me miró ese día, como si yo fuera un error, una traición viva.
"Desaparece de mi casa, Larissa."
Su voz todavía resonaba, aun después de tanto tiempo.
¿Y lo peor de todo? La sonrisa satisfecha de Chiara al fondo, como si hubiera ganado.
Mis ojos comenzaron a arder, pero no dejé que cayera ninguna lágrima. No frente a mi hijo.
Sentí una mano en mi hombro y me volteé un poco, y ahí estaba Rafael, con esa mirada comprensiva que siempre tuvo, aun cuando yo ni sabía si la merecía.
Sonrió levemente y me jaló hacia un abrazo, encajando a Gabriel entre nosotros con cuidado.
—Todo está bien —murmuró, bajito, cerca de mi oído—. Él solo se sorprendió. Fue solo eso, Larissa.