Invitación del psicópata.
Por otro lado, en la manada.
—Hermano, debes cuidar de tu hijo, no ha parado de llorar — gritó Tara de forma regañona, mientras iba entrando al despacho con Mateo en brazos, quien no cesaba el llanto.
Elijah estaba despeinado, sentado de forma desaliñada en su sillón, mirando a través de un gran ventanal, con un vaso de whisky en la mano. No había hecho una escena violenta, como todos seguían esperando, sino que permanecía callado y encerrado.
Percibía a Atlas, en su interior, echado con la cabeza escondida entre su cuerpo, lloriqueando y durmiendo sin ánimos para comunicarse con él. No le reclamaba ni gruñía. A diferencia de otros lobos que cuando pasan por situaciones similares anhelan correr libremente por el bosque para disipar sus penas; él deseaba dormir eternamente.
—Soy tan patético que no puedo ir a verla sin morir antes — expuso enfocando su mirada en Tara.
Ella bajó la cabeza, mordiéndose el labio inferior, como si fuera culpable de que su cerebro no le diera la idea de cóm