Ava Hills.
—Hija mía, ¿Dormiste bien?
Mi padre se levantó de la silla y me ayudó a acomodarme en la mesa.
—Sí, amanecí como nueva.
—¡Qué bueno! Me alegro mucho.
La mucama colocó el desayuno en la mesa, yo miré a mi padre, quien leía el diario con rostro serio. Tomó un sorbo de café y leyó la sección de finanzas del diario.
Yo ahogaba mis pensamientos en el jugo de naranja, ese día en particular mi cabeza estaba más enrollada que un cable de cargador viejo.
Me urgía un cambio radical en mi vida, no puedo usar la excusa de que me cortaron las alas.
Si me caigo, me levanto y sigo adelante,de eso se trata la vida. Hoy es el día para tejer mi éxito.
¿Cómo te sientes, Ava?" preguntó mi padre, observando los matices de tristeza en mis ojos.
Yo pinché un trozo de frutas y lo saboreé. No era hora de quejarse.
—Con ganas de seguir adelante — respondí, sin poder ocultar el fuego que comenzaba a arder en mi interior. —Me siento lista para dejar atrás la tristeza.
Él asintió, como si esas pala