64. Enseñando los artefactos voladores
Los ojos azules de Josephine se iluminaron por un instante, pero luego la cautela regresó a ellos.
—No sería apropiado para una Druida desterrada como yo montar en un artefacto reservado para nobles —respondió, bajando ligeramente la mirada hacia sus manos—. Podrían vernos y eso le ocasionaría problemas a usted, milord Alfa.
A pesar del tono formal que intentaba mantener Josephine, el anhelo en su voz resultaba tan evidente como el ligero temblor de sus dedos, que ahora jugueteaban nerviosamente con el borde de la manga borgoña de su vestido.
Malcolm se encontró deseando borrar aquella expresión resignada de su rostro. Algo primitivo en su interior se rebelaba contra las barreras sociales que los separaban, contra las normas rígidas que habían truncado lo que una vez fue, sin que él lo recordara, pero como si se estuviera reescribiendo la historia una vez más, ahí estaba el Alfa, dejándose llevar…
—Estamos solo tú y yo aquí... —señaló con una sonrisa tentadora que suavizaba sus faccion